García Cuerva: «Nunca dejemos solos a los pobres, como nos enseñó Francisco»

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A la 10 de este sábado, la Catedral de Buenos Aires se llenó de emoción, recogimiento y un mensaje tajante. El arzobispo Jorge García Cuerva despidió al Papa Francisco con palabras que no dejaron lugar a dudas: el corazón de Bergoglio siempre latió por los pobres, los marginados y los olvidados.

«Un corazón de pastor al modo del corazón de Jesús», definió García Cuerva, resaltando la predilección constante de Francisco por quienes sufren. «No deben quedar dudas ni caben explicaciones ante este mensaje tan claro», sostuvo, recordando que el Evangelio tiene como destinatarios privilegiados a los pobres y descartados.

El arzobispo, en un tono emotivo pero firme, enumeró los «demonios» que Francisco desenmascaró a lo largo de su pontificado: el demonio de la guerra —que convierte en pesadilla el sueño de Dios para la humanidad—, el demonio de la exclusión y de la cultura del descarte, la fragmentación social, el desencuentro y la indiferencia corrosiva.»El dinero gastado en armas está manchado con sangre inocente», recordó, citando al Papa, y subrayó la necesidad de «más valor para buscar la paz que para hacer la guerra». Francisco, dijo García Cuerva, fue «un faro que iluminaba la oscuridad, una voz profética ante el silencio cómplice», en un mundo desalentado y temeroso del futuro.

Finalmente, en su homilía, García Cuerva invitó a no perder el rumbo trazado por Francisco: “Nunca los dejemos solos”. Con lágrimas contenidas y una profunda esperanza, Buenos Aires despidió al Papa que supo ser, hasta el final, un animador de sueños, un testigo de misericordia y un incansable sembrador de paz.

Al finalizar la ceremonia en Buenos Aires, se realizó un abrazo simbólico a la Plaza de Mayo, al tiempo que se proyectaron varios videos de Francisco en pantalla gigante.

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